Lolo es un yorkie muy guapo, divertido, juguetón, cariñoso y muy, muy inteligente. También es un perrito muy sensible. Cualquier cambio en su entorno le estresa y eso le hace reaccionar mordiendo. Lolo está viviendo conmigo en acogida, pero «pertenece» a la Protectora Mosqueperros.

La historia de Lolo es la historia de tantos perros; lo abandonaron. Estuvo muchos años a su libre albedrío, callejeando por su pueblo donde todos le conocían y sabían quién era su dueño. Un dueño que lo dejaba sólo en el pueblo durante semanas mientras ellos vivían en la ciudad con su nuevo chihuahua. Lolo ya no les gustaba, así que lo dejaban allí, sólo, buscándose la vida.

Lolo vivía sin normas, sin que nadie lo contradijera. Cuando algo o alguien lo molestaba le enseñaba los dientes y le dejaban en paz. Así aprendió que morder es una buena forma de alejar lo que no te gusta y siguió aplicando esa estrategia. Sin embargo Lolo es un perro muy cariñoso: cuando vas con él por la calle y te paras a hablar con alguien Lolo es el primero en pedir mimos. ¡Incluso hay gente que lo ha cogido en brazos! Pero cuando es el cuidador habitual el que quiere tocarlo la cosa cambia: Lolo se transforma y empieza a gruñir y a mirarte de lado; ¡al menos avisa de que está dispuesto a morder! Sin embargo algún que otro mordisco me he llevado, particularmente en los pies (con zapatillas ¡afortunadamente!).

Debido a su carácter, y aunque con los perretes más pequeños es muy sociable, algunos perros grandes le han gruñido e incluso atacado. Lolo se ha llevado bastantes mordiscos. Lo peor sucedió éste verano, cuando un dálmata que pasaba unos días en casa lo agarró sin previo aviso y lo zarandeó. Afortunadamente yo estaba cerca y conseguí que lo soltara casi inmediatamente, pero para entonces a Lolo ya le había roto cuatro costillas. Se le produjo un neumotórax y pasó muchos días ingresado. Cuando volvió, todo el trabajo que llevábamos hecho se había venido abajo.

La agresividad de Lolo proviene de no ser capaz de gestionar el estrés de forma adecuada y de estar constantemente alerta, o sea, activando los mecanismos del estrés. Lolo descansa poco, tarda en dormirse y cuando lo hace incluso gruñe en sueños y se despierta sobresaltado mordiendo al aire.
La forma de que Lolo tenga una vida tranquila y feliz es darle herramientas para gestionar esas situaciones que tanto le estresan y que a menudo son cosas cotidianas: ponerle la correa, manipularle para cepillarle o bañarlo, darle órdenes, pequeños cambios en el entorno (especialmente cuando vienen otros perros a casa). Hay que enseñarle que morder no es una buena opción y que se puede vivir muy tranquilo a pesar de las pequeñas cosas desagradables que pasan a nuestro alrededor. También hay que enseñarle a relajarse, para que no acumule estrés constantemente. Para eso hacemos juegos de olfato que le ayudan a enfocarse en una sola cosa, estimulan su olfato (que para los perros es como la vista para nosotros), le hace estar concentrado y atento y le cansan mentalmente ayudándole a relajarse.


Lolo también está aprendiendo a jugar. En realidad le encanta jugar, pero no de forma colaborativa con el humano. Si intentas cogerle la pelota, aunque te la esté ofreciendo, gruñe y sacude un poco la cabeza (me he llevado algún mordisco por ésto). Por eso ahora jugamos con un mordedor blandito y alargado, para que yo pueda cogerlo sin miedo a que me muerda, y en las sesiones de juego Lolo lleva una correa larga puesta para poder manejarlo: traerlo suavemente hacia mí para que traiga el juguete, por ejemplo. Enseñándole normas en el juego conseguimos que Lolo las acepte mejor y además, descargue estrés y aprenda a autocontrolarse.
Cuando Lolo llegó a casa era imposible tocarlo; saltaba como un resorte a morderme las manos. Era imposible incluso ponerle la correa de modo que la llevaba puesta todo el día. Ahora Lolo tiene una sesión de masajes al día. ¡Sí, sí! ¡Masajes! Es otra forma de enseñarlo a relajarse y también a que se deje manejar con las manos. Ahora ya hay veces en las que se pone panza arriba y me deja acariciarle el pecho, aunque ésto aún le cuesta bastante; mostrar la tripa para un perro supone ponerse en una postura muy vulnerable, lo que demuestra una total confianza cuando lo hacen (o sumisión cuando lo hacen porque les regañamos o porque otro perro les gruñe).

A Lolo le queda camino por delante. Sin embargo cuando veo cómo llegó y cómo está ahora, me convenzo de que Lolo podrá vivir en un hogar donde sepan tratarle y lo quieran mucho. Lolo en realidad es entrañable. Aunque su «lado oscuro» asusta, hay que entender que ha sido lo que le ha llevado a sobrevivir todos esos años de abandono. Y no es fácil dejar de hacer algo que te ha dado tan buenos resultados!
Os mantendré al tanto de los progresos de Lolo. Ya se merecía que os hablase de él!