
Éste blog nació a raíz de mi primera acogida, Jack. Mi querido Lucky había muerto en verano y decidí no adoptar sino ser casa de acogida. Sabía que había muchísimos perros en espera de un hogar y mi intención era ayudar a todos los que pudiera. Jack era un perro fantástico, muy equilibrado a pesar del maltrato que ya había sufrido en su primer año de vida: lo habían tenido encerrado en un garaje y tenía miedo a atravesar puertas. Adoptaron a Jack al mes y pico de tenerlo en casa. Y aunque fue poco tiempo, el trabajo para rehabilitar su miedo y su saber estar y templanza me unieron a él enseguida. El día que lo entregué me tragué las lágrimas todo el tiempo hasta que salí de la casa.

Al poco tiempo llegó Gómez, un galgo de Galgos112. Gómez no era un galgo triste ni tímido. Venía lleno de energía, quería correr y correr sin parar. Gómez pronto empezó a mostrarse impaciente; necesitaba más. Más espacio, más retos, más juegos. Parecía que nunca conseguiría canalizar su energía: lo destrozaba todo, robaba comida, no paraba quieto! Pero en un par de meses cogió la rutina de paseos y ejercicio y las normas de la casa. Empezamos a entendernos!

Después vino la ansiedad por separación. Gómez no sabía estar sólo en casa. Ladraba incasablemente, destrozaba lo que pillaba y lo adornaba todo meándose encima. Ha costado mucho conseguir que Gómez no la líe cada vez que me voy a trabajar sin ellos, o a la compra, o a cualquier cosa.
Justo antes de Semana Santa, estábamos en el área canina del Parque de Navarra cuando se estampó con un árbol. Sonó un «clack» y pensé que se había partido en dos! Se había roto el ligamento anterior de la pata trasera. Madre mía! ¿Cómo mantener a Gómez tranquilo sin hacer ejercicio? Después de la operación me dijeron que no debía soltarlo en un mes; depués de ese primer mes el traumatólogo dijo que un mes más… y en la penúltima revisión que un tercer mes sin correr! Qué tres meses más difíciles! Muchos paseos cortos al cabo del día. Muchos juegos de olfato para cansar su mente. Y aún así Gómez se desesperaba por correr con otros perros! Había que sujetarlo como un caballo salvaje cada vez que alguno se acercaba porque empezaba a rampar y saltar y ladrar… «quiero jugar… quiero correr!». En casa volvió a romper cosas y pensé que no aguantaría mucho más así.


Pero por fín llegó el día y Gómez corrió hasta hartarse. Su cara de felicidad lo decía todo!
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Desde entonces todo ha ido a mejor. Aunque volvió a ladrar sin parar y romper alguna cosa cuando me iba, ahora podríamos trabajar con el cansancio físico también a nuestro favor. Hoy Gómez puede quedarse sólo en casa tranquilo y sin sufrir. Aunque más vale quitar las cosas valiosas de en medio!

Gómez siempre ha sido un perro descaradillo, divertido y juguetón. Fue el mejor anfitrión para los perros que venían a casa y el mejor compañero de juegos de cualquier perro que nos encontrásemos en el parque. Tierno con los cachorros y los perros pequeños, vigoroso con los más grandes, siempre picándoles para correr y jugar sin parar. Luca y él se convirtieron en inseparables; donde iba uno iba el otro. Siempre jugando juntos, descansando juntos, liándola juntos! Me paraban por la calle para acariciarlo y él encantado. Muy zalamero y cariñoso, allí donde alguien bajaba una mano, iba él para que le dieran mimos. Sé que muchos de los que le conocisteis lo queríais; no se puede no querer a Gómez.


Hace unas semanas, mientras le daba mimos, esos que tanto pide, le miré y le dije bajito: «Si en seis meses no te adoptan te quedas con nosotros». Era una promesa.
Pero la vida va a su ritmo. El domingo pasado fuimos a conocer a la familia; sólo a conocerla. Pero Gómez encajó tan bien que se quedó. Cuando su adoptante dijo «mí Gómez» el estómago me dió un vuelco. Y cuando Poté y Susana, de Galgos112, me preguntaron si estaba de acuerdo en dejarlo allí ese mismo día, no pude decir otra cosa más que sí. Gómez andaba como loco, corriendo en el jardín, explorando todo, jugando con su nueva compañera la «Flaca», yendo y viniendo con los chavales de la casa… Vi claro que era el hogar perfecto para él.


Muchas veces la gente me ha preguntado sobre ésto de ser casa de acogida: «¿Y no te da pena?». «Pues claro que me da pena. Pero es lo que elegí hacer», contesto yo. Pero eso sólo es lo que sale de mi boca, porque mi cabeza responde: «Infinita». Se llora mucho cuando te despides del que ha sido tu compañero; yo sigo llorando a «mí» Gómez.

Comencé a escribir éste post antes de llevar a Gómez a su hogar definitivo. Pasados unos días aún se me saltan las lágrimas al recorrer la casa con la mirada y no sentirle, al ver cómo Luca también otea el horizonte buscándolo, al recordar tantos momentos difíciles, divertidos, tiernos, que hemos pasado con él. Pero como dice mi amiga Inma, haciendo una analogía, «a los hijos hay que dejarlos volar y seguir su vida». Yo no tengo hijos, pero imagino qué se siente: por mucho que Gómez esté en el mejor lugar del mundo, lo echaré de menos.
A volar Gómez!
